La tipografía, la caligrafía y el lettering mantienen una estrecha vinculación con el espacio urbano. Las letras son la voz silenciosa de la ciudad, aunque a veces gritan con desesperación, indignación y vehemencia desde las paredes.
Cuesta imaginar una ciudad sin letras. Algunos pensaréis que con iconos y pictogramas nos podríamos apañar, al fin y al cabo, algunas culturas antiguas alcanzaron cierto grado de complejidad sin escritura. ¿Pero en serio querríamos vivir en una ciudad donde no hubiera ni el menor atisbo de palabra escrita? Suena distópico.
Hace ya mucho tiempo que quería dedicar un artículo al mundo de la rotulación tradicional y, por supuesto, a sus protagonistas, artistas artesanos de quienes hablaremos un poco más adelante. Al fin y al cabo, los letreros, antiguos o actuales, minuciosos o hechos casi a vuelapluma, son una constante fuente de inspiración para el diseño tipográfico.
Gentrificación, turistificación, urbanalización
En el ultracompetitivo entorno urbano, las letras necesitan llamar la atención sobre sí mismas. Aquí el concepto tipográfico de invisibilidad resulta extraño y en gran parte de los casos la forma es el mensaje. En cualquiera de sus encarnaciones, en sofisticados reclamos comerciales o rudimentarios rótulos de los de toda la vida, en fachadas de cines, teatros y edificios de oficinas, en espontáneas pintadas de protesta y malestar o en artísticos murales auspiciados por la municipalidad, las omnipresentes letras influyen poderosamente en la percepción del espacio público y por tanto se erigen en elemento vertebrador de la idiosincrasia de la ciudad.
El ultracompetitivo entorno urbano. Imagen de Chucky Chiang.
Hoy en día vivimos un fenómeno que resulta ilustrativo de todo esto. Por muy diversos motivos (gentrificación, turistificación…), cuyo complejo y controvertido análisis excede con mucho el ámbito de este artículo, las ciudades de todo el mundo se encuentran inmersas en un proceso de homogeneización o estandarización que consiste en sustituir lo propio de cada lugar por una especie de internacionalización que conlleva que todos los lugares se parezcan entre sí. Es lo que se conoce como urbanalización, neologismo acuñado por el profesor de geografía urbana Francesc Muñoz en su libro de 2008 Urbanalización. Paisajes comunes, lugares globales (Editorial GG). Los negocios locales desaparecen para dejar paso a marcas multinacionales y a comercios nuevos cuyo diseño pasa por borrar cualquier atisbo de identidad local en busca de un cosmopolitismo uniformador. Cada negocio local que cierra conlleva la desaparición de un estilo gráfico que a lo largo de los años ha ido conformando la voz propia de la ciudad.
En 2024 todas las ciudades se parecen. Imagen de Tasso Mitsarakis.
Sin embargo, como respuesta a este rodillo uniformador, han surgido iniciativas que por un lado tratan de preservar el patrimonio gráfico de las ciudades y por otro mantienen vivo el oficio de la rotulación artesanal.
No hay futuro cuando se pierde el encanto. Patrimonio gráfico sevillano. Un proyecto de @sevillatipo y @aphantasticletters, dentro de Sevilla Design Walk 2024.
La vigencia del rotulismo tradicional
Durante muchos, muchos años, en cada pueblo, por pequeño que fuera, existía la figura del pintor decorativo. Era la persona que pintaba los letreros de los bares y los comercios y en algunos casos decoraba las fachadas de las casas. En mi pueblo, Benamejí, en la Subbética cordobesa, todavía se recuerda a Pepe Portales, pintor decorativo y rotulista de quien aún permanecen algunos rótulos en algún bar; su apelativo hace referencia a los innumerables portales de casas particulares que decoró, además de encargarse de elaborar la cartelera del cine municipal. Pepe Portales ha sido uno de los principales artífices de conformar la personalidad del pueblo.
Pepe Portales posa junto a la cartelera de cine ilustrada por él en Benamejí. Finales de los 50. Fotografía de Loli Labrador.
Benamejí es un microcosmos, pero es posible extrapolar la figura del rotulista artesano a cualquier parte del mundo, a cualquier gran ciudad, como por ejemplo Madrid y la figura de Ángel Giménez Ochoa, el rotulista que desarrolló su oficio principalmente en la zona de Malasaña.
Rotulación de Ángel Giménez Ochoa en Plaza de San Ildefonso. Vía Rotulación a mano
La fuerza renovadora de lo artesanal
A pesar del empuje de la urbanalización, el rotulismo artesanal ha permanecido como el modo de expresión de los pequeños y no tan pequeños comercios, los que dan voz y rostro a las ciudades. Un oficio que lleva en peligro de extinción más de un siglo, pero que todavía hoy, contra todo pronóstico, y gracias a unos cuantos idealistas —tan necesarios— se mantiene vivo.
Es inevitable que nuevos inventos dejen obsoletos los modos de hacer anteriores. Suele decirse con razón que los avances tecnológicos consisten en cambiar unos inconvenientes por otros. Que la tecnología nos haga la vida más sencilla (algo que, por supuesto, es discutible) no quiere decir que no se puedan hacer las cosas de otra manera. Vinilar una fachada puede ser rápido, sencillo y barato, no hay duda, pero por fortuna siempre hay personas que, por la belleza del gesto y del resultado final, optan por complicarse la vida. Benditas sean.
Rótulo Eskisaroi de Jon Zabalegui
En una sociedad como la actual, donde todo sucede a velocidad absurda, el rotulismo supone un contrapunto de lentitud y primacía de la calidad y la belleza sobre la productividad a cualquier precio y por ello resulta inevitable que los rótulos hechos de manera artesanal se hallan convertido en la vanguardia de los letreros urbanos.
Rotulistas en la actualidad
La nómina de artistas del rótulo que ahora mismo desempeñan el oficio en España rebosa talento y audacia. Por ejemplo, Ira Senatos, ucraniana residente en Madrid, que, además de ilustradora y diseñadora gráfica, es rotulista a pincel y especialista en el manejo del pan de oro.
También de Madrid es Diego Apesteguía y su Rotulación a Mano, uno de los rotulistas más conocidos y demandados de España, Premio Nacional de Artesanía en la categoría de Emprendimiento en 2016. Su especialidad son los carteles pintados a mano sobre vidrio y decorados con pan de oro, como se hacía antiguamente, pero actualizando los materiales y las técnicas, entre otras cosas, para adaptarse a las actuales normativas municipales de seguridad.
En la Ciudad Condal encontramos a Adrián Pérez, conocido como El Deletrista, especialista en rótulos a pincel y pan de oro. Su trabajo se centra en revitalizar letreros y escaparates de tiendas y negocios locales, aportando un toque vintage.
En Barcelona encontramos también a Óscar Nomen, muralista además de rotulista. Su trabajo se caracteriza por la precisión en el trazo y la creatividad en la construcción de las letras, lo que le ha permitido participar en exposiciones y talleres tanto a nivel nacional como internacional.
Y también radicada en Barcelona es la rotulista, diseñadora gráfica y dj vinilística Lidiuska, con proyectos destacados que combinan técnicas tradicionales y contemporáneas.
Pero no solo encontramos grandes artistas del rótulo tradicional en el eje Madrid-Barcelona. Elisa Pérez, conocida como Madame Letters, rotulista a pincel, comenzó su carrera en su Granada natal, donde ha realizado innumerables rótulos para toda clase de comercios y que poco a poco comienza a tener gran proyección.
O el vasco Jon Zabaltegui, que además de rotulista, es muralista y diseñador gráfico especializado en caligrafía y lettering.
Jaime Medina, que se define como pintor rotulista, está especializado, entre otras cosas, en la decoración de guitarras y otros instrumentos propios de los sonidos clásicos del rock and roll.
Otros artistas del rótulo destacados son Michael Letters, muy influenciado por el sign painting estadounidense.
Randy Lettering, rotulista enormemente versátil radicado en Manresa, o Rus Letters, cuyas influencias oscilan entre la tradición madrileña y el sign painting.
Un oficio muy vivo gracias al empuje y el talento de un puñado de valientes artistas que contribuyen con su labor a que las ciudades urbanalizadas continúen siendo espacios para vivir.