El proceso de elaboración de una tipografía conlleva una profunda reflexión sobre la idea misma de letra. Qué son las letras, cómo nos relacionamos con ellas, qué nos comunican con sus formas, familiares y a la vez extrañas, omnipresentes y elegantemente discretas, o estridentes y chillonas. Están en todas partes, habitando un mundo de ideas y conceptos; son el vehículo de la comunicación y, en algunas ocasiones, ellas mismas son el mensaje. 

La escritura, la forma visual del lenguaje, es uno de los mayores logros de la humanidad. Desde la escritura cuneiforme plasmada en tablillas de arcilla hace unos cinco mil años, hasta los actuales alfabetos, latino, árabe, griego, hebreo o cirílico, pasado, por supuesto, por la escritura jeroglífica del antiguo Egipto de los faraones, los seres humanos hemos buscado la forma de satisfacer la necesidad de dejar constancia escrita de asuntos considerados de importancia. Podría decirse que se trata de una pulsión natural.

La imprenta y con ella la tipografía —«escritura idealizada» en palabras de Robert Bringhurst— pusieron rumbo a una cima estética, formal y conceptual a la que probablemente todavía no se haya llegado. El panorama tipográfico actual, vibrante, bullicioso, animado por una legión de diseñadoras y diseñadores altamente preparados, entusiastas, desinhibidos y talentosos, es la prueba palpable de que la tipografía, lejos de permanecer estancada, es un arte lleno de vida.

La tipografía —junto con sus hermanas, la caligrafía y el lettering— ha encontrado en el universo digital el territorio ideal para expandirse libremente a la conquista de nuevos espacios de expresión visual y conceptual.

En este contexto, donde se entremezclan con naturalidad miles de años de tradición e historia con avances tecnológicos y tendencias estéticas de última hora, se me plantea el reto de recuperar unas letras que hace unas décadas lucían, orgullosas y modernas, en el muro junto a la entrada de la Cooperativa Agrícola San Isidro de Loja.

DESDE LA RAÍZ. La identidad de Loxa from Buenaventura on Vimeo.

Raíces tipográficas

Desde que Ramón Soler, de Buenaventura, se puso en contacto conmigo para decirme que quería contar conmigo para el proyecto Loxa, tuve claro que se trataba de un trabajo con una fuerte carga emotiva. Traer al presente unas letras que han formado parte esencial del paisaje visual y emocional de los fundadores de la empresa cuya identidad gráfica había que renovar por completo se me antojaba uno de esos retos que cualquier diseñadora quisiera acometer. No negaré que cierto vértigo y algunas mariposas en el estómago, como los músicos y actores justo antes de saltar a escena, animaron los primeros acercamientos a la labor que había que realizar. Pero una vez pisas las tablas, la pasión por el oficio toma el control.

Packaging del aceite Loxa Envero diseñado por Buenaventura con ilustraciones de Vanesa Zafra. La tipografía Loxa en uso. Fotografía de Cristina Beltrán.

 

Investigación

En los archivos de la cooperativa se encontró una foto, datada posiblemente a finales de la década de los 50, en la que se aprecia el gran rótulo que lucía en el muro junto a la entrada de la primera sede de la cooperativa, fundada en 1958 en la localidad granadina de Loja, de ahí la datación de la fotografía.

A partir de aquí, busqué establecer una cronología que reflejara las tendencias tipográficas de la época que pudieron servir de influencia para el diseño del letrero mural. Era consciente de que una sólida investigación sería fundamental para poder desarrollar un sistema tipográfico incardinado en un entorno y una época concretos.

Conforme avanzaba mi investigación, tuve claro que el autor del mural no era desconocedor de ciertas tendencias tipográficas que se venían siguiendo en la época. Tal vez disponía del catálogo de alguna fundición tipográfica que le sirviera como modelo para sus trabajos comerciales, como es el caso de Loxa.

Hallé referencias en tipografías de los años 20 y 30 del siglo XX, en el estilo art decó, las tipografías modulares y en la célebre Bauhaus. Aquellas décadas convulsas social y políticamente dieron lugar a un verdadero tsunami de productos gráficos de propaganda, donde las nuevas tendencias tipográficas de la época encontraron acomodo natural. Se trataba de gritar desde las paredes y ahí la tipografía ejerce como catalizador esencial.

De izquierda a derecha: Rotulación Bauhaus Dessau (1926), Tipografía Modular Fregio Mecano (1933), Cartel publicitario contra el embargo de armas de la Segunda República Española y a favor de la ayuda a España en el Washington Mews, Nueva York en 1938.

Las tipos art decó españolas irrumpieron en el panorama tipográfico nacional como una rompedora novedad. Se trataba, al igual que en el resto de países occidentales, de una respuesta tipográfica a la mecanización generalizada de la industria, a la producción en serie, la eclosión de lo artificial. La tipografía nunca vive de espaldas a su entorno sociocultural, todo lo contrario. Puede incluso atribuirse con toda razón, como en el caso del mural de Loxa, el papel mascarón de proa que fije el rumbo hacia el futuro de la empresa; una visual declaración de intenciones.

Un viejo oficio

Durante muchos años, cada pueblo o pequeña población contaba con sus propios pintores especializados en pintura mural decorativa y publicitaria. Artistas anónimos, artesanos y artesanas cuya materia prima principal eran las letras. Todavía hoy es posible encontrar piezas realizadas por estos artistas en fachadas de bares y toda clase de locales comerciales.

Sin ir más lejos, en mi pueblo, Benamejí, en la Subbética cordobesa, se mantiene vivo el recuerdo de José Labrador, «Pepe Portales», pintor decorativo que durante los años en que desempeñó su oficio dejó innumerables muestras de su arte en fachadas, carteles, muros y en infinidad de soportales de las viviendas privadas del pueblo y alrededores, de ahí su apodo. Aún hoy en día quedan algunos profesionales que mantienen vivo un oficio y un arte que, aunque no muy conocido, resulta enormemente interesante e inspirador.

Pinturas murales decorativas y publicitarias de José Labrador

Las tipografías modulares y art decó tuvieron un gran éxito comercial en la España de las primeras décadas del siglo XX gracias posiblemente a la labor de promoción mediante anuncios en los medios propios de la industria gráfica a la que estos rotulistas tenía acceso, lo que explicaría la modernidad y audacia de algunos de estos trabajos.

Meterse en el barro

Con la investigación encaminada, había que empezar a estudiar directamente las letras en sí. Las principales referencias, modelos a seguir, las encontré en varios artículos y publicaciones, una de ellas de José Ramón Penela y Dimas García Moreno sobre la Tipografía española entre 1900 y 1936 donde se habla de la influencia de dos fundiciones, una italiana, Nebiolo, y otra francesa, Deberny & Peignot. Ambas producían modelos art decó de referencia. En España, las fundiciones Gans y Nacional contaban en sus respectivos catálogos con tipos absolutamente modernos que marcarán las tendencias art decó por estos lares.

Se trataba de fuentes cuyas características formales más notables eran monolinealidad, geometría y abundancia de formas libres.

Una vez establecidas estas coordenadas formales, había que confrontarlas con el modelo de la fotografía del muro de Loxa, para hallar puntos en común, sin perder de vista, claro está, que el mural lojeño lleva en sí la impronta de su anónimo autor.

Realicé un boceto vectorial inicial que reproducía literalmente las letras de la foto —que se encuentran en perspectiva— con el fin de analizar las características estructurales y obtener fielmente las formas originales salvando la perspectiva de la imagen. Seguidamente había que analizar los trazos y buscar la compensación óptica de cara a ir perfilando un sistema tipográfico sólido.

Llegados a este punto, una vez tengo claros los puntos débiles y fuertes de la estructura, abrimos Glyphs y comienza el trabajo de racionalización de cada elemento, equilibrar trazos, buscar la armonía. Trabajo también la geometría, respetando ángulos de cara a conservar el ADN original.

 

La razón de la emoción

Empiezo a dibujar las letras de la rotulación, más la L y la X que van a formar parte del nombre de la marca, Loxa. Poco a poco, van apareciendo los primeros resultados aceptables, los primeros pares de letras, las primeras palabras, el alfabeto completo.

En ciertos aspectos, la parte más difícil de un proceso de creación tipográfica de estas características radica
en añadir los matices sutiles, aunque esenciales, a las letras que no existen en el modelo original, pero que, lógicamente, también forman parte del mismo alfabeto, tanto a nivel conceptual como formal. Es trabajo de la imaginación que parte de unas características formales concretas.

Así hasta completar un alfabeto completo en mayúsculas, además de un set de números alineados proporcionales que por su mayor altura resulta más coherente con las mayúsculas.

Tras el diseño de las letras, llega la fase de producción, y haber contado en este punto con la cercanía, el apoyo constante y los sabios consejos del maestro Pedro Arilla, lo ha hecho todo mucho más sencillo, más hermoso, mejor.

El ejercicio de la tipografía, altamente técnico, alberga sin embargo unos niveles de emocionalidad muchas veces difíciles de explicar. Si a ello sumamos que el proyecto de Buenaventura —del que ya he hablado desde un punto de vista más global aquí— es de esos por los que merece la pena, y mucho, dedicarse a esto del diseño, la emoción se multiplica. Y también la responsabilidad y, en caso de llegar a buen puerto, también la satisfacción. Y pienso con toda honestidad que el puerto al que arribamos, todo el equipo que hemos contribuido al proyecto Loxa bajo la dirección de Ramón Soler, es el mejor posible.

 

Packaging del aceite Loxa 1958 diseñado por Buenaventura. La tipografía Loxa en uso. Fotografía de Cristina Beltrán.

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