El trabajo de Jesús Morentin se encuentra en la indefinida intersección entre el arte y el diseño. Por supuesto, no vamos a entrar en el interminable debate sobre si son dos caras de la misma moneda o si, en realidad, no hay ni moneda y cada uno pone la frontera donde le parece.
Morentin es un diseñador gráfico que desde hace veinte años se dedica a la enseñanza en varias escuelas de Barcelona. En 2009 comienza a dar forma a su proyecto tipográfico personal: BunkerType.
Podríamos hablar durante horas sobre su trabajo, sus proyectos, sus ideas y conceptos alrededor de la tipografía, el diseño, el arte, la creatividad, incluso la política, pero le propusimos que fuera él mismo el que nos lo contara y he aquí el resultado. Una agradable y muy provechosa conversación con un maestro amablemente dispuesto siempre a compartir sus conocimientos y experiencias. Acomodaos y leed despacito.
Háblanos un poco de los inicios de BunkerType.
Lo cierto es que fue algo totalmente inesperado. Como diseñador gráfico tenia cierto interés por la tipografía pero jamás me había planteado la posibilidad de trabajar con tipos móviles. Como la mayoría de las cosas importantes sucedió por accidente: yo asistía con un amigo a un taller en el que íbamos a trabajar con el sistema de impresión tradicional, fuimos por pura curiosidad y sin ninguna expectativa, pero en cuanto puse un pie en el taller empecé a vivir unas sensaciones tan intensas como inesperadas. El olor a imprenta, esa mezcla de tinta, papel y disolvente me transportó, de repente, a cuando era niño y visitaba la imprenta donde trabajaba mi padre, o cuando de visita a casa de mis tíos —quienes regentaban una pequeña imprenta en un pequeño pueblo de Tarragona— me escapaba para comprobar si el operario de turno se había dejado el rodillo de la sacapruebas entintado, en cuyo caso —y a escondidas— empezaba a rebuscar entre el cajón de grabados para imprimir cuantos pudiera. Todo aquello era mágico para un niño. Y de repente ahí estaba yo, treinta años después, intentando capear todas esas emociones que acababan de emerger sin previo aviso a través del poder evocador del olfato y el «olor a imprenta». Si me permites el chascarrillo, creo que si Proust tuvo su magdalena, yo tuve mi rodillo de tinta.
Como cuentas, tu padre fue impresor de oficio. ¿Cuánto hay en tu trabajo en BunkerType de homenaje a él y al oficio en general?
Con el tiempo me he dado cuenta de que cuando me decidí a empezar a rescatar material para montar mi primer taller de tipos móviles lo hice, en realidad, persiguiendo revivir esas sensaciones a las que me refería anteriormente. Todo aquel utillaje no era más que un medio con el que intentar evocar de nuevo ese magma de emociones. Fue más adelante cuando empecé a enamorarme de esas letras… de su forma, pero sobre todo de su materialidad. Entonces, cuando poco a poco fui haciéndome con el sistema empecé a imaginar lo orgulloso que estaría mi padre. De lo maravilloso que habría sido poder montar un molde con él. No creo que BunkerType sea ningún tipo de homenaje, pero si es cierto que esas pequeñas letras de plomo me permiten cierta conexión. No sé… es algo un tanto difícil de explicar.
En mi trabajo soy muy riguroso y metódico, a la par que un firme defensor de lo intuitivo, de lo subjetivo. Puede parecer contradictorio, pero no lo es en absoluto.Son el vehículo de comunicación entre personas y, además, poseen un valor estético indiscutible. ¿Podríamos decir que las letras, los grafemas, son de los objetos más hermosos que existen?
El objeto más hermoso que existe es el que nos emociona en cada momento. La belleza está donde uno sabe encontrarla. A mí me encanta tocar las letras, mirarlas, sostenerlas en su contundente materialidad, pero la emoción puede estar en el olor de la madera, en una improvisación de piano, o viendo como un alfarero se inventa un jarrón de un amasijo de barro con la única ayuda de sus manos y un simple torno. Lo importante es emocionarse y hacerlo sin reparos, y, si es posible, transmitirlo.
Escribió Eduardo Chillida: «Alerta y libre hasta el final, guiado solo por un aroma». ¿Qué papel otorgas a la intuición, ese indefinible aroma del que habla el escultor vasco, en tus procesos creativos?
Aunque tanto personalmente como en mi trabajo soy muy riguroso y metódico, soy, del mismo modo, un firme defensor de lo intuitivo, de lo subjetivo. Puede parecer contradictorio, pero no lo es en absoluto. A menudo escudamos nuestras decisiones en la objetividad porque es más cómodo, más seguro, más simple y fácil de justificar, pero somos sujetos con experiencia y criterio… ¿no es estúpido no utilizarlos? El problema es que a menudo no distinguimos entre arbitrariedad y subjetividad, y añadiré que justamente ese es un pésimo síntoma de nuestros tiempos. La cuestión es que esa intuición no aparece de la nada. Surge —como te comentaba— de nuestra experiencia, de nuestro criterio y, por lo tanto dependen de nuestra sensibilidad, de nuestra formación y conocimientos. Si estos son firmes, la combinatoria que resulta de aplicar infinidad de variables probablemente pueda ser acertada. Seguramente la intuición no sea más que eso, un proceso mental complejo en el que se combinan infinidad de posibilidades.
Por tradición e historia, Barcelona es ciudad tipográfica. La última fundición tipográfica que dejó de producir en plomo en España, la Neufville, era (y sigue siendo, reconvertida en fundición digital, actualmente Bauer Types) barcelonesa. ¿En qué medida la ciudad ha marcado, si es que de algún modo lo ha hecho, tu trayectoria como impresor?
Yo no me definiría como impresor. Me considero más cercano al tipógrafo (que era el que antiguamente trabajaba montando los moldes con tipos móviles). Lo de imprimir es casi accesorio, una evolución lógica fruto del trabajo con tipos móviles. Del mismo modo, la vinculación con la ciudad de Barcelona es totalmente circunstancial. Es posible que tenga un aprecio especial a las tipografías de Neufville que atesoro en BunkerType. Weiss, Época, Imprimatur, Nobleza, Volta y evidentemente Futura son solo algunas de las que dispongo. Además tuve el placer de compartir algunas tardes con el Sr. Wolfgang Hartmann —quien fuera director de Neufville y nieto de Georg Hartmann, fundador de la compañía—, lo cual fue un auténtico placer, pero más allá de eso no creo que la ciudad haya marcado especialmente mi trabajo. Seguramente estaría haciendo lo mismo y de un modo parecido viviendo en cualquier otro lugar.
Tu trabajo parte siempre de sólidos referentes del pasado como H. N. Werkman o Gerd Arntz, que, además, fueron grandes heterodoxos. ¿Crees que podemos hablar de diálogo entre ellos y tú?
Es cierto que los proyectos más ambiciosos de BunkerType han girado alrededor de referentes históricos, pero lo han hecho de modos muy distintos y a partir de motivaciones diversas. El de Werkman fue un proyecto muy complejo y de «cocción lenta». Ahí convergían multitud de vivencias y emociones. Se trataba del personaje más idolatrado desde mi época de estudiante y, de repente, me di cuenta de que —sin proponérmelo— estaba haciendo algo muy parecido a lo que él hacía. Los paralelismos eran absolutamente evidentes y aún así me costó un montón darme cuenta de que existían, así que una vez fui consciente de ellos intenté incorporarlos para aprender del autor holandés y posteriormente para homenajearlo. Es muy posible que en todo ese proceso imaginara ese diálogo al cual te refieres.
Por el contrario, el caso de Gerd Arntz fue muy distinto. No se trató de interiorizar en el personaje —como había echo en el caso anterior— sino de usar su lenguaje gráfico ya que se adaptaba perfectamente a las necesidades comunicativas del proyecto. Evidentemente, necesité de un proceso de asimilación pero se trató más de una apropiación de lenguajes que de un diálogo.
No sé si lo que hago en BunkerType tiene algo que ver con el arte, pero si es así es simplemente porque no obedece a ningún encargo, porque en definitiva se trata de una pulsión personal, de mensajes que tienen más que ver con el emisor que con el receptor.Sobre este último proyecto tuyo, apoyado en el estilo de Gerd Arntz, al que has llamado Spain… is different, dices que no es tanto un proyecto artístico como un grito, una necesidad… ¿Crees que el arte aún posee cierta capacidad para despertar conciencias o eso ya es cosa del pasado? ¿Eres optimista al respecto?
Es cierto que en mi último trabajo hay un componente político y una crítica social evidentes, pero mi intención no era tanto la de de despertar conciencias como la de acallar la mía: día tras día se sucedían (y se suceden) noticias en relación a nuestro mundo, al mundo que les estamos dejando a nuestros hijos. Vemos como la chusma política —que en ocasiones es incapaz de hilvanar dos frases con sentido o medio argumento que se sostenga— muestra una ejemplar diligencia para llenarse los bolsillos mientras su gestión desastrosa nos conduce a un desastre económico y social. Simplemente necesitaba hacer algo… no podía seguir quejándome sin más. Esas rabietas entre amigos o en las redes sociales no iban a ningún lado y no pasaban de ser otro berrinche… otra pataleta más que no serviría para nada. Así nació «Spain… is different».
Dicho esto, debo añadir que aunque es cierto que históricamente ha habido movimientos —especialmente durante las primeras vanguardias del siglo XX— en los que la figura del artista asumió cierto liderazgo social, (esa capacidad para despertar conciencias a la que te referías), no creo que sea pertinente trasladarlo a la escena actual. El mismo concepto «arte» se vincula a menudo a esferas trascendentes y yo, simplemente, no soporto la trascendencia. No sé si lo que hago en BunkerType tiene algo que ver con el arte, pero si es así es simplemente porque no obedece a ningún encargo, porque en definitiva se trata de una pulsión personal, de mensajes que tienen más que ver con el emisor que con el receptor… más allá de eso no sé si lo de «artista» me queda un poco grande, aunque asumo que este podría ser un debate mucho más amplio.
En Spain… is different queda completamente claro, pero en tu obra en general, y no ya en el contenido, sino en la forma de plantear el trabajo, de enfrentarlo a la dictadura de lo digital, subyace una especie de llamada de atención sobre otras maneras de hacer las cosas, o la necesidad ser libre, o al menos intentarlo.
Espero no defraudarte con mi respuesta, pero buena parte del desarrollo previo de mis proyectos se realiza con la ayuda del ordenador.
En absoluto. Al contrario, me parece fascinante la integración de las diferentes herramientas, cada una con sus ventajas y sus inconvenientes, en un mismo proceso creativo.
Como te decía soy muy meticuloso y —como cualquier diseñador— necesito ensayar previamente un montón de veces todas las opciones posibles, así que el uso del ordenador es imprescindible, aunque evidentemente -y teniendo en cuenta el proceso en su conjunto- no deja de ser una parte. Te voy a poner un ejemplo sencillo: si quiero valorar como puede quedar un pequeño texto usando -digamos- diez tipografías distintas que se pueden adaptar a lo que estoy buscando, lo que debo hacer es montar otros tantos textos con tipos móviles, imprimirlos y escanearlos. Evidentemente ese es un proceso muy largo, pero es el único modo de previsualizar realmente las distintas opciones. A partir de ahí el trabajo es muy parecido al proceso normal de diseño, con la salvedad que en todas las opciones que me planteo tengo en cuenta las singularidades técnicas y expresivas de la impresión tipográfica. Por ejemplo, en mi caso no puedo plantearme escalar una tipografía (los cuerpos son los que son, y la paleta está limitada a los tipos que tenga en el taller). Además es importante tener en cuenta que si se trata de una composición a distintas tintas sólo voy a ver el resultado final una vez imprima la última, así que debo minimizar el riesgo porqué los errores sintácticos no van a ser visibles hasta entonces. Por otro lado —y a diferencia del trabajo puramente digital— puedo incorporar elementos expresivos como las superposición de tintas o la textura de un modo mucho más sugerente… ¡no todo va a ser malo! En definitiva, lo que intento con mi trabajo es conseguir la máxima expresividad con unas herramientas que no estaban especialmente pensadas con ese fin y usando, además, unos procesos infinitamente más lentos y complejos que los habituales, así que te aseguro que cualquier ayuda es bienvenida…
Tuvimos la gran suerte de comentar contigo in situ la exposición del proyecto The New Call con ocasión del pasado TypoMad 2015 y, entre otras cosas, llegué a la conclusión de que con pasión, curiosidad y un sólido conocimiento de la técnica se puede llegar muy lejos. ¿Es eso un poco BunkerType?
Esa es una bonita descripción… ¿Por qué no dejarla como está?
Todas las fotos que acompañan a esta entrevista han sido extraídas de la web de BunkerType.
Quiero agradecer a mi compañero en Brigada Estudio, Vicente Ortiz, su colaboración a la hora de elaborar este post.