Son las 14 h en Málaga. Hemos acordado vernos en un punto concreto para poner rumbo a Sevilla. Pretendemos llegar puntuales a nuestra cita de las 17 h con Ángel Fernández, cofundador de Jot Down, el magazine que no necesita presentaciones. El destino y Google Maps nos hacen retrasarnos diez minutos, pero llegamos a buen puerto y Ángel nos recibe en el local donde trabaja a diario para su propia empresa.

Pero como siempre nos gusta dar más información de la cuenta y no queremos que nadie se pierda como nosotros por Sevilla, os vamos a poner en antecedentes:

Jot Down nació en 2011, momento crítico para la prensa de este país. Veíamos caer pequeños y medianos medios, así como cortar las largas barbas de los más veteranos. Justo en esa época, para los periodistas que no sabían muy bien qué les depararía el incierto futuro, la irrupción de Jot Down se revelaba como una pequeña brecha de luz en el techo de un negro zulo. En nuestro entorno muchos ansiaban colaborar con una revista así. Rezumaba calidad periodística por todos sus poros. Los profesionales querían hacer periodismo, no juntar letras.

Rayitas azules: Conociendo el contexto, queremos saber cómo se gestó Jot Down. Porque, en un artículo -de Emilio de Gorgot- que se publicó en el nº6 (enero de 2014), éste comentaba que no teníais demasiados puntos de vista en común a la hora de poner en marcha el proyecto.

Ángel Fernández: Ninguno era periodista, así que desconocíamos completamente el sector. Nos conocíamos de participar en foros de internet. Allí nos reuníamos gente a la que nos gustaba el cine, el cómic, la discusión. A ver quién era el alfa de la cultura.

Un día, a una de las participantes en el foro, que es actualmente mi socia, se le ocurrió que podía tener interés trasladar esas conversaciones del foro a una revista.

RA: Entonces, en ese momento en que os planteáis crear la revista, ¿no estabais muy al tanto de cómo se encontraba el sector periodístico?

AF: Nada, si es que no había ningún periodista. Leíamos prensa, libros, veíamos cine, pero no estábamos al tanto de lo que ocurría en el sector. De las noticias sí, porque a todos nos gustaba leer y, de hecho, los artículos de Jot Down destacan porque son atemporales. Si acudimos a un artículo de un número que se publicó hace cinco años, nos encontramos que tiene la misma vigencia ahora. Si nos habla de la historia de una tribu perdida en Finlandia, quizá lo tengas que actualizar mínimamente, pero poco. Entonces, sobre la actualidad no iba el foro, y eso se traslado al espíritu de Jot Down.

RA: Así que un día decidís liaros la manta a la cabeza y…

AF: Realmente lo decide ella —mi socia— y, al principio, le digo que no, ya que no nos conocíamos personalmente. Lo que sí decidí es prestarle ayuda. Me pasó unos presupuestos que le dieron para crear una web y le dije que no se preocupase, que se la hacía yo. Así que empecé a ayudarla y al final acabé tan metido en el proyecto que decidí hacerme socio. A partir de ahí, el primer año, pusimos entre fundadores unos 30.000€, y con eso aguantamos un año. El objetivo era crear una comunidad considerable y poder monetizar el proyecto.

Planteamos que si llegábamos a los números seguiríamos adelante y si no, daríamos el dinero por perdido. Ese fue el arranque.

RA: Parece que salió bien.

AF: Sí, a la gente le gustó el hecho de publicar artículos así.

RA: El periodismo de otra manera y la heterogeneidad también, ¿no? Precisamente que toquéis distintos temas, pero siempre bajo un mismo tratamiento de profundidad y extensión.

AF: Sí, tenemos unas características muy concretas. Huimos del tratamiento tipo blog, es decir, del «he venido aquí a hablar de mi vida». Exigimos que los artículos sean entretenidos, pero que también sean profundos. Por tanto, es una combinación bajo la que no todos están de acuerdo en trabajar así. Sobre todo gente que lo que quiere es un impacto rápido. Eso no va con nosotros.

RA: Precisamente, cuando nacisteis es cuando estaban empezando a darse esas tendencias del clickbait, los titulares engañosos o la información gratuita.

AF: Lo que pasa que la mayoría de proyectos que surgieron en aquel momento que, precisamente, venían de los ERE que se produjeron en los grandes medios, no acabaron de arrancar porque venían con su filosofía antigua y se tenían que adaptar al modelo de negocio en internet. Nosotros, como éramos foreros, de alguna manera sí que teníamos metido en vena el conocer nuestro target.

RA: Justo hace unos días leímos un artículo en el nº 6 de enero de 2014, con la mítica portada de Gandolfini, en el cual hacéis referencia al mismo como una figura en la que encontráis todo un ejemplo de determinación. Esto es fundamental cuando allá por 2011 os lanzasteis a la piscina en plena tormenta digital. Y, no sólo eso, sino que pusisteis sobre el escenario un producto independiente que tiraba de una estética muy propia y particular, por no hablar ya de la singularidad de su extensión y contenido.

Resulta paradójico que un medio tan periodístico se crease por gente que no tenía nada que ver con el periodismo. De hecho, contáis con muchos colaboradores que no lo son.

AF: Bueno, al comienzo no lo era ninguno. Ahora ya hay algunos, pero pocos. Al final se trata de que la persona sepa escribir. Acabar la carrera no te hace periodista.

RA: ¿Y buscáis a los colaboradores u os presentan propuestas?

AF: Tenemos siempre la puerta abierta a las colaboraciones, pero no queremos que nadie venga a contarnos su vida, que no nos hablen acerca de su experiencia, ni de qué van a escribir, sino que nos manden un artículo y nos digan que va a encajar en Jot Down. Si nos gusta, se lo compramos, si no, no. Así que más sencillo… También hacemos eventos sobre ciencia, por ejemplo, así que algunos de los que participan ahí se acaban quedando como colaboradores. Hay muchas formas de entrar, es completamente abierto.

RA: Pero, también buscaréis la colaboración de personas concretas, ¿no?

AF: Sí, de eso se encarga más mi socia. Ella se empeñó en que escribiese Enric González y no paro hasta que lo consiguió. Y esto lo ha hecho con varios, lo que sí es verdad es que tuvimos un cambio de criterio editorial sobre el 2014, que fue dejar la opinión. Con ello, obviamente, te cargas muchas firmas. La gente que escribe 600 palabras para contar su forma de ver las cosas, puede ser muy entretenido, pero tratamos de que esto se reduzca a la mínima expresión. Siempre hay opinión, por muy aséptico que se quiera ser, pero lo que no buscamos es la opinión por el mero hecho de opinar, lo que sería la figura del tertuliano pero en el papel.

RA: Y en plantilla fija, ¿cuántos sois?

AF: Actualmente somos 14. Éramos 20, pero tuvimos que reducir. Habréis visto que se ha roto nuestro acuerdo con El País y, claro, eso conlleva unos costes asociados. Realmente funcionamos como una cooperativa.

RA: En cuanto al diseño, ¿cuántas personas se dedican a ello?

AF: Ninguna. Sí que hay un diseñador que es Gonzalo, que se dedica a hacer las creatividades para los packs de publicidad, pero lo que es la revista en sí, antes la hacía relajaelcoco. Con la crisis de El País, cambiamos a Tau Design, y lo están haciendo muy bien. Recuerdo que cuando tomamos la decisión de crear la revista impresa pedimos precios a muchos estudios de diseño. Los que más nos gustaron fueron erretres y relajaelcoco, que trabajaban con Yorokobu. Y los dos nos dieron el mismo precio.

RA: Y con ellos habéis funcionado muy bien todo este tiempo.

AF: Claro, muy bien. De hecho, hasta octubre de 2018.

RA: En los créditos hemos visto muchas veces «Maqueta original», pero no como diseñadores, sino como si artífices del planteamiento inicial.

AF: Ellos -relajaelcoco- hicieron el planteamiento, pero mi socia cambió muchas cosas sobre el original. De hecho, la portada que plantearon era muy moderna, con mucho trabajo de diseño, pero nosotros decidimos utilizar fotografía en blanco y negro y que, además, no suele tener relación con el contenido de la revista. En ella no veréis secciones ni categorías, es una revista completamente ideada por nosotros, pero con el buen hacer de relajaelcoco, que hizo un planteamiento original muy bueno. Por ejemplo, que en el lomo haya un icono y un nombre para marcar una colección, eso también fue una propuesta nuestra.

RA: La impronta, su look & feel, es algo que no lo tiene ninguna otra publicación, lo que la hace muy reconocible. Siempre hemos sentido mucha curiosidad por preguntaros el porqué del blanco y negro.

AF: Surge de la web porque nosotros, que apostamos por los artículos largos, pensamos que si eres una persona que lee en grandes cantidades, tener muchos estímulos visuales acaba por hacerlo dificultoso. Creemos que para concentrarse es mejor que la web sea en blanco y negro. Aunque no somos unos talibanes de las normas, también nos las saltamos si hay que usar algo de color. En definitiva, decidimos trasladar ese formato de la web al papel por coherencia.

RA: Tiene todo el sentido, no vas a dinamitar toda tu identidad visual. De hecho, en el salto que distéis a la Smart también hubo mucha coherencia.

AF: Sí, realmente el único cambio que hicimos en la Smart, que es una revista de hemeroteca de la web y de la trimestral, fue la portada. Cuando salió, decidimos que todas las trimestrales llevarían fondo negro y la Smart fondo blanco. Porque si te fijas, anteriormente, hemos sacado números de la trimestral con fondo blanco. Por ejemplo, el que comentábamos con la portada de Gandolfini.

RA: Como curiosidad, ¿cuánto tiempo invertís en gestar cada número? Es decir, desde la confección del planillo hasta que se envía a imprenta.

AF: Ahora mismo, a 15 de febrero, se ha mandado a imprenta el número que sale en marzo. Así que a principios de marzo comenzamos a trabajar en el siguiente número trimestral. Para maquetar hay unos 15 días, para los contenidos un mes, otros 15 días para preparar la revista y unos 15 para imprimir. Por ejemplo, los de Tau Design, para el primer número que ellos hicieron, tuvieron que trabajar a contrarreloj, ya que rehicieron todo el diseño de la revista.

RA: Pero la impronta de la revista sigue siendo la misma.

AF: Sí, el que no sea diseñador no se va a dar cuenta. Nos gusta que el texto esté justificado, huir de la partición de palabras, no hacer sangría en primer párrafo, etc.

RA: Sí, vosotros lo que hacéis es párrafo alemán que, de hecho, es de lo más elegante.

AF: ¿Y por qué el 99% de los medios no justifica el texto?

RA: Creemos que justificar es una opción. Los libros de texto corrido han de hacerlo imperativamente, porque si no se transparenta y dificulta la legibilidad de las páginas. Está muy dividido el mundo de la justificación: hay gente que la considera una aberración. En cuanto a la partición de palabras, en columnas más bien estrechas, es completamente recomendable.

Y, ¿os habéis planteado utilizar el color alguna vez? Que recordemos sólo lo habéis aplicado en la portada de Smart nº12.

AF: Sí, eso fue así porque se trataba de una ilustración. Tenemos unas reglas que siempre podemos romper. Hay excepciones, y si mañana nos da la gana de hacer una en color, la hacemos.

RA: No se puede decir que no hayáis probado variadas fórmulas: desde aquellos números de Five, donde convivían varias revistas junto a vosotros, hasta la tienda online donde es posible adquirir libros de otras editoriales e, incluso, otros magazines. ¿Cómo han sido y están siendo estas experiencias de combinar vuestro trabajo con el de terceros?

AF: Han sido muy positivas. En su momento pensamos en cómo íbamos a rentabilizar nuestro presupuesto para marketing. Así que lo que propusimos fue que cinco medios apareciesen en una misma revista que pagábamos nosotros, pero cuyos beneficios se repartían entre todas ellas. El objetivo era que las comunidades de sus revistas conocieran la nuestra. ¿Por qué nos dijeron que sí a la propuesta? Porque cuantas más revistas vendieran, más ganaban. En sus webs estuvieron promocionando Five, que había que comprarla en la web de Jot Down. Así, una parte de su target también era nuestro ahora.

Pretendíamos que los lectores de Yorokobu o Politikón, por ejemplo, conocieran también nuestra revista. Funcionó muy bien porque ya no es que sólo obtuviéramos beneficio económico, sino que fue una buena herramienta de marketing. Cumplió su función principal.

RA: ¿Y cómo funciona la distribución?

AF: En principio lo planteamos con el sistema de distribución por librerías, un sistema que no nos gustaba, así que creamos el nuestro propio. Por tanto, ahora también ofrecemos a otras revistas nuestra red de distribución. De hecho, nos acaba de llegar Letra Global, y también distribuimos los cuadernos de eldiario.es, Ballena Blanca, o Altair Magazine, que es una maravilla.

RA: De entrada, se podría considerar que sois competencia, pero no es así.

AF: Completamente. Es más, fíjate que Letra Global, que acaba de salir, es una publicación de una web que se llama Crónica Global -asociada con El Español-, tiene más visitas que Jot Down incluso.

RA: Lo de las distribuidoras es un poco complejo. A veces se les ve poco menos que como al diablo.

AF: Realmente con la distribución no ganamos dinero. Piensa que las librerías ganan un 30%, y el margen que nosotros cobramos es de un 50%, con lo cual te queda un 20% pero, claro, un 10% se va en logística y el otro 10% en pagar nóminas. Con lo cual, no se hace por ganar dinero, sino por democratizar el acceso.

RA: De hecho, conocemos a cabeceras que se las han llevado por delante algunas distribuidoras.

AF: Claro. Por ejemplo, una distribuidora tradicional lo que hace es que te pide una determinada cantidad de ejemplares impresos, te los guardan y los distribuyen. Pero claro, a los tres o seis meses, lo que no han vendido, te lo devuelven. Tú no lo vas a saber hasta que llega ese momento, y ese dinero ya lo has invertido.

RA: Incluso algunas cobran el tiempo que están las revistas en depósito.

AF: Pues, imagínate, te obligan a sacar dos libros por mes para poder sufragarlo. Lo cual, si no es un libro que se venda en grandes cantidades, implica que te estás metiendo en un lío. Realmente no hay un malo malísimo, sino que cada uno tiene su negocio y sus responsabilidades.

RA: También habéis buscado otras fórmulas de alianzas, por ejemplo, con Filmin.

AF: Sí, desde hace tiempo tenemos muy buena relación. Tenemos un target que se parece mucho. Cine de Woody Allen, coreano, japonés. Ese tipo de público está muy conectado con el nuestro.

RA: Acerca de la suscripción digital, ¿estáis ofreciendo ya los números en PDF?

AF: Sí, poco a poco. Pensamos que el muro de pago no era lo nuestro, así que buscamos una fórmula intermedia para ver cómo funcionaba. La gran ventaja que tiene es que la web, sin publicidad, va mucho más rápida. Y, además, puedes descargarte los PDF, sobre todo de los números nuevos que están por venir, que se subirán en cuanto salga la revista impresa. Y, poco a poco, vamos subiendo los de números anteriores.

RA: ¿Os planteáis apostar por una alternativa interactiva?

AF: No, eso es algo que creemos que sólo se pueden permitir grandes medios como The New York Times. Además, es un trabajo que, si bien es muy potente, no vas a amortizar.

RA: Realmente, hacer lo que no hacen los demás, ya es innovar. Se ve a leguas que es vuestra máxima.

AF: Desde siempre hemos pensado que nuestro modelo de lector es aquel que lee textos largos. En eso nos hemos mantenido. En cualquier caso hemos ido viendo que las reglas a veces hay que romperlas. Antes preferíamos tener poca publicidad pero muy cara, ahora vemos que funciona mejor ser un poco más barato y acceder a más anunciantes, aunque no nos guste trabajar con agencias de medios. Lo importante, como dice Bauman, es adaptarte a estos tiempos líquidos. No tienes que pensar que tu idea es la mejor del mundo.

RA: A raíz de que hemos mencionado el maldito y temido algoritmo en redes sociales, ¿notáis que os ha afectado?

AF: Nosotros realmente tenemos bien repartidas las fuentes. La más importante, la orgánica. No hacemos SEO, el propio SEO es la calidad del artículo. Lo que ocurre es que, para que Google te tenga en cuenta, has de alcanzar una masa crítica. Para ello, tiramos de Menéame, que te permite tener un volumen considerable. Lo siguiente fue Facebook que, si bien te trae visitas, los usuarios lo están abandonando. Pagamos por publicidad para nuestros packs, pero la lectura ha de ser orgánica. Twitter no trae visitas, aunque todos los periodistas creen que ahí está todo el mundo. Puedes tener 500 retweets y ninguna visita porque el usuario no sale de ese mundo.

RA: Ahora, en pleno panorama de la superficialidad, el clickbait, el engaño visual y la lucha por estar en redes sociales, parece que el único recurso que le queda a un medio de calidad como Jot Down es seguir haciendo lo que hasta ahora: periodismo de verdad. Sin embargo, ¿por qué cuesta tanto subsistir en este ecosistema cuando, precisamente, se está ofreciendo un bien escaso?

AF: Es una cuestión similar a la de «¿por qué la gente ve Telecinco?». Porque hay de todo. Lo que buscamos es tener una comunidad lo suficientemente amplia para poder mantener este proyecto, pero la cultura, de por sí, es un mal negocio. No hay que engañarse ni enfadarse porque la gente no lea, lo que hay que intentar es crear ese interés sin tirar la toalla. Creo que todo es compatible. No pienso que por el hecho de que hagas periodismo de calidad tengas que tener derecho a un sueldo mayor que el que hace mierda. Todos tenemos nuestro lado oculto. Puedo estar leyendo a Houellebecq y gustarme el reggaeton. No me pondría demasiado elitista. Jot Down es un producto cool pero, quizá, de 100 personas, 50 la compren para hacerse fotos y 50 para leerla. A fin de cuentas, cuesta más barata que un cubata, por lo que tampoco es un problema.

RA: La ruptura del acuerdo con El País, que nos ha dado cada primer domingo de mes una revista como Jot Down Smart a lo largo de unos tres años, ha provocado una especie de consternación en muchos de vuestros lectores: se había convertido en un objeto de coleccionismo, como un ritual rozando lo sagrado. No queremos entrar en los motivos que hayan provocado la desaparición de la revista pero, ¿habrá una segunda oportunidad para el proyecto?

AF: La viabilidad del negocio no está en sacar más revistas. La mensual, en mi opinión, tiene una vida muy corta. Una vez entrevisté a la directora general de Kindle España, Portugal e Iberoamérica, y me decía que su competencia no eran los libros, sino Candy Crush. Igualmente, Netflix ha afirmado que su competencia no es HBO ni la televisión, sino los vídeos de usuarios jugando al Fortnite. Hay que tener muy en cuenta que el panorama es complejo. Para que te hagas una idea, el próximo congreso de periodismo cultural versa sobre los videojuegos y es que, de 18 años para abajo, prácticamente consumen Youtube en exclusiva.

RA: Pero, realmente, si a un sector interesado en, por ejemplo, videojuegos o fútbol, le das el producto idóneo -véase el ejemplo de A profound waste of time o Panenka y Líbero-, encuentras tu público. Tiene que haber target suficiente para que, en este último caso, ambas convivan.

AF: En ese caso es porque una convive en Madrid y otra en Barcelona. Cuando empezamos abrimos sede en Barcelona, porque si hubiésemos dicho que la empresa tenía la sede en Sevilla, no nos hubiese leído nadie.

RA: Imagínate, nosotros somos de Málaga.

AF: Bueno, todavía Málaga es un poco como Bilbao, se percibe como ciudad cultural. La imagen de Sevilla es la Semana Santa y la Feria.

RA: Que tampoco os dejen engañar con Málaga.

AF: Pero, por poner un ejemplo, el Museo Picasso está haciendo una gran labor en la ciudad. A nosotros, Jot Down, una empresa de Sevilla, nos compran en las bibliotecas de Barcelona, Castilla La Mancha, Galicia, etc., y en Sevilla no.

RA: Siempre ha sido muy difícil predicar en la propia tierra.

AF: Sí. Nosotros organizamos un evento de ciencia que se hace aquí, pero lo patrocina el Donostia International Physics Center de San Sebastián. De hecho, hacemos un festival que se llama Bookstock, y desde Valencia nos han dicho que nos lo llevemos allí. El interés en organizar cosas aquí lo hemos perdido.

AF: Tras toda vuestra trayectoria, últimas decisiones y cambios, nos gustaría saber en qué punto consideráis que os encontráis y qué esperáis, en líneas generales, del futuro de Jot Down.

AF: Tras la crisis con El País ha corrido el rumor de que necesitamos inversores. Incluso algunos nos han contratado más publicidad y eso está bien. También han surgido ofertas de compra de la revista. Pero, para nada. Nosotros queremos seguir como hasta ahora y, a ser posible, creciendo.

Que sigamos oyéndoos remar, compañeros.